Una búsqueda con radar de penetración subterránea dio 751 “hits”, lo que indica que hay al menos 600 cuerpos enterrados en la zona, dijo el jefe de los cowessess, Cadmus Delorme. Los operadores del radar dijeron que sus resultados tienen un margen de error del 10%.
“Queremos asegurarnos cuando relatamos nuestra historia de que no exageramos los números”, dijo Delorme. “Quiero decir más de 600, sólo para estar seguros”.
Añadió que la búsqueda continúa y que un equipo técnico evaluará los hits del radar y verificará las cifras en las próximas semanas.
Delorme dijo que las tumbas solían tener lápidas, pero que la Iglesia católica, que dirigía la escuela, las retiró.
En un tuit, el primer ministro canadiense Justin Trudeau dijo que estaba “terriblemente entristecido” por el descubrimiento más reciente.
“Mi corazón está destrozado por la nación indígena Cowessess después del descubrimiento de niños indígenas sepultados en el antiguo internado Marieval”, señaló Trudeau. “Contaremos la verdad sobre estas injusticias”, agregó.
El primer ministro de Saskatchewan, Scott Moe, señaló que toda la provincia está de luto por el descubrimiento de las tumbas.
Don Bolen, arzobispo de Regina, publicó una carta dirigida a los cowessess en la página web de la arquidiócesis.
“La noticia es abrumadora y sólo puedo imaginar el dolor y olas de emoción que ustedes y su pueblo están experimentando en este momento”, escribió Bolen.
Bolen dijo que hace dos años se disculpó ante los cowessess por los “fracasos y pecados de los dirigentes eclesiásticos en el pasado”.
“Sé que las disculpas parecen un paso muy pequeño mientras el peso del sufrimiento pasado sale a la luz, pero vuelvo a extender esa disculpa, y me comprometo a hacer lo que podamos para convertir esa disculpa en actos concretos importantes, como asistencia para acceso a la información que ayudará a proporcionar los nombres e información sobre quiénes fueron sepultados en esas tumbas sin nombre”, señaló.
Florence Sparvier, de 80 años, dijo haber asistido al internado de Marieval.
“Las monjas eran muy malas con nosotros”, afirmó. “Teníamos que aprender cómo ser católicos. No podíamos decir nuestras propias bendiciones”.
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